Por mucha propaganda burguesa que
se haga de Chile sobre sus grandes cifras macroeconómicas, su estabilidad
política y social, su seguridad, su calidad de vida y su nivel de
empleabilidad, la verdad se esconde bajo la alfombra, pero no hay que escarbar
mucho para darse cuenta como se encuentra la situación en realidad: Corrupción,
desigualdad extrema, pobreza, monopolio, problemas de empleo, salud, vivienda y
educación, represión brutal, impunidad. A lo anterior se le suma desde hace
algunos años una ola de protestas que se han venido suscitando por estos mismos
temas que aquejan al pueblo de Chile, principalmente a las clases más pobres de
nuestro país.
Que las contradicciones se
extremen en nuestra nación no es una casualidad, de hecho son las leyes de la
dialéctica, y en un país semifeudal, con un capitalismo burocrático ramificado
donde la burguesía y terratenientes hacen y deshacen a destajo, no es de
extrañar que el pueblo oprimido se comience a levantar y tampoco es casualidad
que sus acciones se vayan elevando en intensidad y decisión. El pueblo está
utilizando cada vez más la violencia revolucionaria, y cada vez más organizada,
pero sabemos que la otra parte de la intensificación de las contradicciones es la
respuesta del viejo Estado; la represión. Y esto no se traduce solo en las
fuerzas policiales golpeando, torturando y asesinando a su propio pueblo por
exigir un poco de dignidad, es algo más que eso; es una política de represión y ocultamiento,
lo mismo que ocurría en la dictadura fascista, una maquinaria represiva
ejecutada paso a paso como un manual entregado directamente por el imperialismo
norteamericano al gobierno de Bachelet, dejando a cargo al fundador de la ANI,
y actual ministro del interior Jorge Burgos.
La represión en estos últimos
años ha sido encarnizada y ha ido aumentando en violencia y planificación. La
violencia de las fuerzas represivas del viejo Estado se ha plasmado en represión
de marchas en las ciudades dejando heridos graves como Rodrigo Avilés y otros.
En el campo con innumerables allanamientos a comunidades mapuche, destruyendo
mobiliario e inmobiliario, además de dejar herido a comuneros.
Pero esta represión física es la
punta del iceberg de esta maquinaria, ya que a esto se suma una estrategia de
hostigamiento, persecución política a través de los tribunales, lo que se vio
plasmado en el caso de Emilio Berkhoff a quien no se pudo juzgar por ataque
incendiario por lo que se le inculpó por porte ilegal de armas, dándole la
máxima pena; 5 años, sin ni siquiera haber usado el arma. Otro caso es el de
los estudiantes de la UTEM , Cristóbal Miranda y Germán Urrutia, quienes fueron
encarcelados arbitrariamente, en un montaje para amedrentar al movimiento
estudiantil, además de ser sometidos a torturas por parte de la policía. La
última acción del viejo Estado fue asesinar a Nelson Quichillao, minero del
cobre asesinado en una protesta a manos de la policía, hecho que luego fue
justificado por los altos mandos e incluso por el propio ministro del interior
Jorge Burgos, y ni siquiera se ha hablado de juzgar por exceso policial al que
disparó. En las universidades también se ha acrecentado la represión, rectores,
gobiernos universitarios y sectores reaccionarios en general han intentado botar
las movilizaciones por las demandas internas en las universidades, enviando una
y otra vez la fuerza policial para desalojar y haciendo gigantes montajes
comunicacionales para desprestigiarlos.
Como a los obreros solo les queda
vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir, a las clases populares en
general solo nos queda la lucha para hacer justicia y afrontar la represión. Es
una ecuación dialéctica; la lucha de clases en el país llega a puntos
insospechados en muy poco tiempo, los estudiantes tomaron la iniciativa, junto
con los campesinos mapuche en el sur, y el pueblo ha seguido su ejemplo. El
viejo Estado por su parte ha acusado recibo y encendió “las alarmas de la represión”
por ello ha enviado una arremetida importante a reprimir todo atisbo de lucha popular,
en todos los ámbitos, físicamente, con las fuerzas policiales y cultural e
ideológicamente con la educación de mercado y la prensa burguesa que son parte
de esta maquinaria de represión del viejo estado, para justificar la violencia
y el statu quo. Entonces la continuación de la ecuación es: más lucha popular
organizada, más violencia revolucionaria contra el viejo Estado, no solo es
necesario aumentar la lucha en intensidad, sino que es importante subir al
siguiente nivel en organización, planificación, táctica y estrategia. Las
protestas y manifestaciones son principales, pero no dejemos de lado la organización,
y la agitación y propaganda, es necesario hacer campañas comunicacionales a
favor del pueblo y enaltecer la prensa obrera y revolucionaria, la lucha por la
revolución no puede dejar nada de lado, es un todo que es necesario para la
toma del poder, la organización de las clases populares es fundamental.
Escuela Política Luis Emilio Recabarren
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